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Paola tiene cerca de cuarenta años, se tiñe el pelo de rubio y es adicta a las cremas antiarrugas y a los antiácidos para el estómago. Parece una mujer alegre, siempre con la sonrisa en la cara y una broma en la punta de la lengua. Sus amigos la adoran y a ella le encanta ser adorada, quizás por eso nunca les cuenta las noches que se pasa llorando frente al televisor. El papel que representa se mojaría con esas mismas lágrimas si se atreviera a desnudarse y a contarle a sus amistades la vida que no saben que tiene.
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Paola va todos los fines de semana a ver sus padres y a su abuela. Con el tiempo ha aprendido a tener paciencia y a no tomarse en serio nada de lo que dicen. Resulta triste, pero a menudo, antes de ir se pasa por el bar y se toma un par de cervezas, para soportar mejor el trago. Ella les quiere. Ella piensa que ellos no. Que quieren a la hija que habrían deseado tener y que de vez en cuando ven reflejada en su rostro. Esa otra Paola que debieron soñar un día: femenina, prudente, de carácter templado, que se casó allá por la treintena y a día de hoy les ha debido dar ya al menos uno o dos nietos.
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Paola va a cumplir los cuarente y ya no es la reina de la noche. El alcohol cada vez le hace más estragos, ya no aguanta hasta las siete de la mañana, y las niñas ya no la miran cuando entra en los bares de ambiente a los que lleva yendo años. Ya no sabe ni por donde empezar a arreglar su vida, que es de todos menos suya. A menudo sueña con empezar una vida lejos, como si así fuera más fácil encontrar una parcela donde no fuera necesario tirar abajo tantos años de deslealtades propias.
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Cuando se notó aquel bulto en el pecho se le pasaron muchas ideas por la cabeza. Ya no le importó lo que pensara su familia de ella, no le importó que sus amigos fueran a verla llorando, sólo le importaba que le dieran una segunda oportunidad. Una segunda vida para ser simplemente ella misma y ver si de verdad serlo era tan horrible como imaginaba. Como ocurre con los miedos, la realidad suele ser mucho más liviana. En su caso, hasta feliz.
CONTINUARÁ...
...(es una nueva sección)
12 Títulos de crédito:
plas plas plas... me encanta tu nueva sección (sin desmerecer a las otras eh???)
¡todo el mundo fuera del p**o armario!
Paola se me ha hecho conocida (que bien descrita!, tu tambien la conoces?, jaja) y ojala que le fuera mejor pero si lo unico que tiene es el susto del bulto no apuesto un euro por su cambio de sentido: los propositos de los momentos un-bulto-me-muero! suelen ser tan apasionados pero tan se-los-llevo-el-viento como los propositos de nochevieja.
No siempre es fácil salir del armario...
Me encanta esta faceta tuya...
Lo lamentable es que existan los armarios...¡vivan las coquetas!
Pero por favor qué triste... :(
Hay muchas Paolas, da lo mismo si son lesbianas, heteros o cajeras de supermercado, todas ocultan tanta tristeza como ella.
Espero la continuación.
ains... ^^
qué gusto, qué bien atendido tienes el blog ultimamente.
qué triste es que haya gente que no puede vivir su sexualidad con la tranquilidad y la felicidad que se merece, cuánto mal han hecho mcuhas familias y muchas amistades y eso se supone que desde el amor, joder.
triste... es horrorozo el armario
muy bueno.
(Afirmativo)
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